Cuando no puedo despertar
me saco los huesos ,
y descarnada
me hago la mismisima mañana, encendida de sol prole, que se deja a sus rayos que
desanudan al pulso.
Suspendida en el aire de los caloventores que enfrentan al otoño
de los cuartos, me toco la sangre.
Cada pulso de cada respiración
se va con las hojas de los árboles sin desparramar de las orillas de tu calle.
Mañana silenciosa
y seca
tiene perfume de viento zonda en la montaña que descose la herida que atraganta.
Caminando las calles como autómata,
voy,
escupiendo zapatos a cualquiera.
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